Dengue

El dengue es una infección viral que se transmite por la picadura de mosquitos infectados, principalmente del género Aedes. Se trata de una enfermedad que afecta a poblaciones humanas en regiones tropicales y subtropicales, donde las condiciones ambientales favorecen la reproducción del vector. El virus pertenece a la familia Flaviviridae y se presenta en cuatro serotipos distintos, lo que complica la respuesta inmunológica y permite que una persona pueda enfermar más de una vez. El dengue se considera un problema de salud pública global por su capacidad de generar brotes masivos en áreas densamente pobladas.

Síntomas

Las manifestaciones clínicas del dengue varían desde cuadros leves hasta formas graves. Entre los síntomas más frecuentes se encuentran fiebre elevada, dolor abdominal, cefalea intensa, dolor retroocular, erupciones cutáneas y fatiga marcada. En algunos pacientes se observa pérdida del apetito, mareos y sangrado leve en encías o nariz. Cuando la enfermedad progresa hacia formas más severas, aparecen signos de alarma como vómitos persistentes, dificultad para respirar, hipotensión y sangrado abundante. La identificación temprana de estos síntomas es crucial para evitar complicaciones.

Causas

La causa del dengue es la infección por el virus transmitido por mosquitos que actúan como vectores. El contagio ocurre cuando un mosquito se alimenta de la sangre de una persona infectada y posteriormente pica a otra persona sana. Factores como la falta de control ambiental, la acumulación de agua en recipientes domésticos y la ausencia de programas de saneamiento favorecen la proliferación del vector. Además, el crecimiento urbano desordenado y la movilidad internacional de las personas contribuyen a la expansión del virus hacia nuevas regiones.

Tipos

El dengue se clasifica en diferentes formas clínicas según la gravedad.

Dengue leve: caracterizado por fiebre, dolores musculares y malestar general, sin complicaciones mayores.

Dengue con signos de alarma: incluye síntomas como dolor abdominal intenso, sangrado leve y alteraciones en la presión arterial, que requieren vigilancia médica.

Dengue grave: también denominado dengue hemorrágico o síndrome de choque por dengue, se presenta con hemorragias internas, acumulación de líquidos y riesgo de fallo multiorgánico. Esta forma es potencialmente mortal si no se atiende de manera inmediata.

Diagnóstico

El diagnóstico del dengue se realiza mediante la combinación de evaluación clínica y pruebas de laboratorio. Los médicos analizan los antecedentes epidemiológicos del paciente y los síntomas presentes. En el laboratorio se utilizan pruebas rápidas para detectar antígenos virales, análisis serológicos para identificar anticuerpos y técnicas moleculares como la PCR para confirmar la presencia del virus. También se realizan estudios hematológicos para evaluar plaquetas y hematocrito, parámetros que ayudan a determinar la gravedad de la enfermedad. La precisión en el diagnóstico es fundamental para diferenciar el dengue de otras infecciones similares.

Tratamiento

El tratamiento del dengue se centra en el manejo de los síntomas y la prevención de complicaciones, ya que no existe un medicamento antiviral específico. Se recomienda reposo absoluto, hidratación oral o intravenosa y control de la fiebre con medicamentos seguros como el paracetamol. Es importante evitar el uso de fármacos que afecten la coagulación, como la aspirina, debido al riesgo de hemorragias. En casos graves, el paciente debe ser hospitalizado para recibir líquidos por vía intravenosa, monitoreo constante y transfusiones de plasma o plaquetas si es necesario. La atención médica oportuna reduce significativamente la mortalidad.

Prevención

La prevención del dengue se basa en la reducción de la población de mosquitos y la protección individual.

Eliminar depósitos de agua en patios, techos y recipientes domésticos.

Mantener tapados los tanques de almacenamiento de agua.

Usar repelentes, mosquiteros y ropa que cubra brazos y piernas.

Participar en campañas comunitarias de limpieza y fumigación.

En algunos países se ha introducido la vacunación contra el dengue, aunque su aplicación depende de criterios epidemiológicos y del historial de infección de cada persona.
La prevención requiere la participación activa de la comunidad y el apoyo de las autoridades sanitarias.

Factores de riesgo

Los factores de riesgo para contraer dengue incluyen vivir en zonas tropicales, la presencia abundante de mosquitos Aedes, la falta de medidas de control ambiental y la exposición frecuente a picaduras. Las personas que ya han tenido dengue previamente tienen mayor probabilidad de desarrollar formas graves al infectarse con otro serotipo. Los niños, los ancianos y quienes padecen enfermedades crónicas también presentan mayor vulnerabilidad. La densidad poblacional y la falta de infraestructura sanitaria adecuada incrementan el riesgo de brotes epidémicos.

Complicaciones

Las complicaciones del dengue pueden ser muy serias y comprometer la vida del paciente. Entre ellas se encuentran hemorragias internas, insuficiencia hepática, alteraciones neurológicas y fallo multiorgánico. El dengue grave puede provocar shock hipovolémico, una condición que requiere atención médica inmediata. La falta de diagnóstico temprano y tratamiento adecuado aumenta el riesgo de mortalidad. Por ello, la vigilancia médica y el monitoreo constante de los pacientes con signos de alarma son esenciales para prevenir desenlaces fatales.

Pronóstico

El pronóstico del dengue depende de la forma clínica y de la atención recibida. En la mayoría de los casos, el dengue leve se resuelve en una o dos semanas con reposo y cuidados básicos. Sin embargo, el dengue grave puede tener consecuencias mortales si no se trata de manera adecuada. Con atención médica temprana y adecuada, la tasa de supervivencia es alta. A nivel poblacional, el pronóstico mejora con programas de prevención, educación comunitaria y control del vector. La lucha contra el dengue requiere un esfuerzo conjunto entre individuos, comunidades y sistemas de salud.

 

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